17 jun 2022

Epifanía

 No todo el mundo quiere contar ni escuchar historias tristes, historias feas, historias...  Y eso es lo único de lo que yo quiero hablar. De mis historias no bonitas, de cómo siempre me ha gustado compartir en voz alta mis miserias, creyendo en algún tipo de construcción colectiva de conocimiento. Pero el mundo es más simple que todo eso y hablar de lo que las demás personas quieren obviar de sí mismas no es bien recibido. Sólo ahora encuentro rinconcitos donde sí se escucha y no sé si soy yo, que algo habré aprendido sobre quién, cuándo y cómo o si de verdad el mundo está cambiando. El mundo está cambiando, como siempre, y así es como me gusta.

Meses o semanas atrás quise darle un poco de voz a los temas que desde hace tiempo me guían, me nacen en el pecho y allí mueren pues el recorrido que hacen no les permite abandonar mi cuerpo. Nace un pensamiento en el pecho y como en una lavadora da vueltas y vueltas y vueltas, de la cabeza al pecho, del pecho a la cabeza, hasta que desaparece o se cansa o se calma.

Si dejo que las manos vayan solas, los ojos se me llenan de lágrimas; una vez lo hice, hasta el final y fue una epifanía. Por entonces escribía con papel y bolígrafo y aún conservo las hojas, desgastadas por el tiempo y difíciles de descifrar porque cuando los pensamientos se alinean y deben salir todos de golpe, la mano no está a la altura y la letra se resiente.

De aquel tiempo guardo cajas con palabras, frases, inicios, nudos y desenlaces desordenados que releo de vez en cuando y recompongo el puzzle de mi infancia  o adolescencia.

Nunca tuve demasiada confianza en que lo que escribía fuera legible y eran más bien ejercicios de cordura y coherencia o lealtad a mí misma. Quizás haya sido la vez en mi vida que más cerca he estado de la autoestima, a través de las palabras que mis manos le arrancaban a mi cabeza. Como ahora. No pienses, escribe. Y llora, no importa, sabes dónde están las teclas, tú sólo escribe.

Y hoy, ¿porqué hoy? Pues es que hay días que me lo permito, por una película que he visto, una canción o algo que me enciende la chispa; que me empuja al teclado, al papel, porque hay días más lentos y el papel ayuda en ese momento.

He visto cómo funciona por encima herramientas de escritura con inteligencia artificial y aún hoy, sin practicar a menudo, lo mío es mejor. No sé por cuánto tiempo pero aún estamos a tiempo.

Esa es mi historia de horror de hoy.


1 comentario:

  1. María Guerrero17 junio, 2022 10:02

    Escribir y llorar son de lo mejorcito que nos puede pasar para ser felices...dale...abrazos

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Tengo curiosidad por saber qué es lo que piensas sobre ésto...